Y ya puestos en eso …

Redacció
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Y si hiciéramos un gran vino, muy moderno él, y además de altísima expresión, especial para los periodistas vitivinícolas de turno – 2006
(No demos ideas, no demos ideas…)
1) Para empezar, se tendrían que comprar botellas más grandes (de dos litros, como mínimo) y con el pitorro más ancho (tipo Paul Mason de Gallo, EE.UU.) que el actual, al menos de 5 cms. de diámetro.
2) Luego, se tendría que poner agua biológica (1) en un 80% aproximadamente, añadir sales minerales, tartrato ya tintado, materia colorante, jugo de limón (opcional), esencia de polifenoles y antocianinas, pectinas pecto-solidificantes a largo plazo o bien agar-agar (o algún otro espesante natural ídem de ídem), peladura de uva semi deshidratada (para que, en principio, mantengan en la botella una cierta fruta), pepitas, algo de alcohol, etc. Y unos cuantos chips autodestructivos (a discreción) a plazos escogidos por el mago alquimista, de madera (chips) bien tostada.
3) A continuación, haría falta tapar las botellas con un gran tapón corona (no es necesario gastar más, no), removerlo un poco (como las antiguas aguas de “litines” de la posguerra) y dejarlas en la bodega, muy quietas y tranquilas ellas, para que reposen bien (y por aquello del qué dirán y poderlas enseñar a los ínclitos clientes), para que el contenido se vaya trasformando paulatinamente en vino. Habría que enseñárselo a todo el mundo como si fuera el gran invento del siglo.
4) Acto seguido, sería interesante hacer un seguimiento mensual, probando la evolución y el envejecimiento del sub- vino dentro de la botella. Como son botellas de dos litros, lo importante también es degustarla con sumilleres y otros, aunque procurando que nadie “estire la pata” en el intento.
5) Una vez veamos que el vino está en su punto para ser bebido, y no se nos haya ido nadie al otro barrio, tendremos dos opciones:
a) beberlo ya como un vino joven.
b) dejar que continúe su evolución hasta que se eclipse su juventud.
Para cuando el vino esté ya a punto de iniciar su declive, él mismo por sí solo (debido a una cuidadosa programación informática), por la evolución de las pieles semi deshidratadas se irá trasformando poco a poco en granos de uva natural, muy carnosos, otra vez. Es decir: a su estado original, sin rapa (¿para qué demonios nos sirve la rapa si la uva ya está recogida, ¡fuera verdor?!), volviendo así a su propio estado metafísico (más o menos parecido a los procedimientos de los caviares y otros sucedáneos artificiales).
6) Como el pitorro de la botella será lo suficientemente ancho, cualquier día podremos comernos los granos vueltos a transformar, uno a uno, como postre, o bien podremos guardar algunas botellas para dar la bienvenida al año nuevo.
7) Como puede verse, este procedimiento es opcional: o se bebe el vino como vino, vino, o con el tiempo se puede disfrutar de un excelente postre. O las dos cosas a la vez: una botella durante la comida (vino antes de su declive) y lo otro como postre, cuando el vino ya sea uva otra vez.
Y a esperar que un agudo periodista pique el anzuelo y nos haga publicidad, que seguro que pasará. Aunque será por desgracia.
Lo dijeron hace tiempo: “todo lo que una persona pueda imaginar, otra, tarde o temprano, lo llevará a cabo.” Julio Verne dixit.
Viva la tecnología vitivinícola…
(1)- El agua, con el tiempo, será lo más difícil i lo más caro de encontrar para llevar a cabo esta nueva operación, si el cambio climático continúa al ritmo actual. Quizá tendremos que estudiar la forma más adecuada de ir siguiendo los monzones del Índico…

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